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El psicoanálisis: Vía Franca a nuestro universo privado? (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Deseo, impulso y
represión

El psicoanálisis concede gran importancia a
cómo cada persona satisface
sus impulsos. El impulso es el motivo para iniciar nuestras
acciones. Si
es satisfecho, proporciona bienestar. Pero si los impulsos no son
realizados, pueden emerger los traumas reprimidos, con
manifestaciones de ansiedades consecuentes. Según el
psicoanálisis nuestro inconsciente ignora esas
frustraciones causadas por los deseos no logrados, ya que de no
hacerlo nos produciría una angustia permanente. Freud
denominó "represión" a esa barrera protectora. Si
esa represión tiene éxito,
no recordaremos lo que produjo el trauma y no podremos
defendernos de los síntomas que genera. Lo que hace el
psicoanálisis es precisamente eso: descubrir al paciente
no sólo sus traumas sino también las razones de la
represión y de otros mecanismos de defensa que impiden que
afloren esos traumas. Después, y ya de modo consciente,
deberá elaborar conductas que le permitan eliminar los
síntomas (fobias, ansiedad, depresión…) que le condujeron de la
neurosis hasta la
consulta.

Cuándo
acudir al psicoanalista

El psicoanalista no tiene por qué ser la
última, opción, tras el fracaso con el psiquiatra o
el terapeuta convencional. Cuando el sufrimiento emocional
nos impida llevar a una vida normal, podemos acudir directamente
al psicoanalista.

Como cualquier otro sistema
terapéutico, el psicoanálisis es bueno en la medida
en que resulta útil a quien recurre a
él.

  • ¿Es imprescindible conocer las causas
    profundas de nuestro malestar para solucionar el problema, o es
    mejor encontrarnos primero bien y después buscar las
    causas? Este es un viejo debate. Hay
    quien piensa que lo más práctico es solucionar
    los síntomas graves, y ya más optimistas y
    asentados, buscar las causas a través del
    psicoanálisis — lo que no siempre es
    verdad.
  • En el psicoanálisis se descubren y se trabajan
    estructuras
    psicológicas inconscientes que nos estaban haciendo
    daño.
    A partir de ahí, comienza un proceso de
    reconstrucción total de la
    personalidad. El paciente es el protagonista de su propio
    proceso y debe convertirse en el copartícipe de la
    situación terapéutica.
  • El psicoanálisis conlleva riesgos, los
    mismos que si cuando derribamos una casa para levantar otra,
    nos quedamos a medias y sólo tenemos un montón de
    escombros a partir de los cuales no podemos construir nada. De
    ahí la importancia de tomarnos en serio el proceso. No
    podemos acelerar su proceso, ni precipitar su
    terminación perentoriamente — eso es destructivo y
    resistencia a
    la vez. Quedarnos a medias puede resultar contraproducente.
    Pero, si nos sentimos muy desconcertados, lo mejor es no
    abandonar la terapia, porque el desconcierto, traduce la
    presencia de resistencias
    contra la cura. (Véase mi ponencia: El proceso de la
    terapia
    ).
  • El ser humano aspira a funcionar de modo
    autónomo. El psicoanalista es un recurso ocasional para
    solucionar un problema, no un hábito.
  • En las sesiones se trabaja con material sensible:
    recuerdos arrinconados, dramas sólo aparentemente
    superados, obsesiones y complejos, relaciones familiares
    frustrantes, traumas de la infancia
    Hagámonos conscientes de que estas vivencias pueden
    despertar memorias
    duras, difíciles y dolorosas.
  • La visualización de materiales
    (que hemos reprimido) sobre nuestro pasado puede aliviarnos,
    proporcionarnos paz interior y ayudarnos a comprender ciertos
    pasajes de nuestra vida y problemas
    del presente.
  • Esperemos del psicoanalista un lenguaje
    sencillo y asequible, y solicitemos información sobre los métodos
    y el contenido de la terapia.
  • Colaboremos sin recelos ni miedos, seamos sinceros y
    honestos. Necesitamos contar, y recordar, cosas
    ciertas.
  • No nos impacientemos. A veces, el proceso es lento.
    En las primeras sesiones se avanza mucho, incluso se disfruta,
    porque se descubren traumas escondidos pero admisibles. Ahora
    bien, no debemos conformarnos con eso: solucionar los problemas
    exige profundizar más y, quizá, rescatar y
    abordar recuerdos o traumas de los que preferiríamos no
    hablar.

En
resumen

La terapia psicoanalista es el modelo en el
cual se basan todos los sistemas
psicoterapéuticos que existen. Como método es
el más efectivo. Como sistema es el más complejo.
Como recurso es el más demostrado.

El psicoanálisis no es un régimen que se
amolda a las necesidades de todos, por ello no es prudente que lo
apliquen quienes no posean entrenamiento
formal y riguroso — como se acostumbra en nuestro
país.

El psicoanálisis en su evolución, filosofía y estructura ha
avanzado y su método ha cambiado. Hoy, como sistema, se
considera como un componente más de las neurociencias y
como tributario de las mismas, un campo de rigurosidad
científica.

Finalmente, el psicoanálisis es a la vez, un
método filosófico/ético de importancia
histórica y de relevancia infinita a todo nuestro desarrollo
cultural, moral y
científico. Los que han concluido con éxito su
proceso viven vidas más plenas y ricas por haberlo
hecho.

Antes de concluir esta ponencia, y siempre invitando la
atención del lector a muchas otras comunicaciones
que hemos preparado para cubrir varios aspectos selectos del tema
de la terapia, ahora presentamos una breve introducción al psicoanálisis
clásico.

Una breve
introducción al Psicoanálisis
Clásico

Dr. Félix E. F. Larocca

Sigmund Freud (1856-1939) revolucionó la ciencia de
la psiquiatría yaciendo las bases para el entendimiento
psicodinámico de los trastornos emocionales.

Orígenes de las teorías
freudianas

El concepto de la
histeria

Trabajando con Josef Breuer, Freud concluyó que
la razón por la cual los síntomas de la histeria
desaparecían con la sugestión post-hipnótica
era porque la misma conectaba las memorias reprimidas
responsables por los síntomas que se hacían
manifiestos en la forma de representaciones
histéricas.

Asimismo Freud concluyó que las memorias
reprimidas eran opuestas en su expresión por fuerzas
psicológicas de mucho poder, las que
él designara: Represión y Resistencia.

A medida que su experiencia clínica creciera,
Freud abandonó su teoría
inicial de la seducción infantil, por las más
modernas de la existencia de fuerzas dinámicas expresadas
como represión, resistencia y conflicto.

La teoría de los sueños

Habiendo desarrollado la técnica de las
asociaciones libres ("free association") él
comenzó a comprender que los sueños tenían
significado críptico y que muchas de las ideas reprimidas
eran representadas por medio de los mecanismos de los
mismos.

Freud llamó los sueños "El Camino Real
[hacia el] Inconsciente".

Para su entendimiento y estudio, el sueño era la
expresión de una fantasía o deseo. El trabajo de
los sueños
siendo el proceso por medio del cual se
crean los sueños. Este mecanismo produce el material
ostensible que se observa durante el sueño (el
contenido manifiesto
) que expresa en sí las
subyacentes ideas y conflictos
reprimidos (el contenido latente) en una forma oculta o
disfrazada. Un Censor de los Sueños opondría
la expresión consciente de los conflictos durante el
tiempo que uno
está despierto, pero que durante el acto de dormir
permitía la expresión simbólica de los
conflictos, los cuales podrían ser hechos conscientes por
medio del proceso de la asociación libre del
psicoanálisis.

El trabajo de los
sueños consistía de 4 procesos de
transformación—desplazamiento, condensación,
simbolismo y proyección— los cuales eran responsables
por la
metamorfosis de las ideas latentes del
sueño.

La relajación de las fuerzas de la
represión en la producción de síntomas
resultó en su formulación que llamara "el
retorno de lo reprimido
."

Dos procesos fueron postulados por él para mediar
lo instintivo y lo racional. El proceso primario que
actúa, de modo instintivo, para reducir la tensión
psíquica y el proceso secundario que actúa
para corregir y regular el sistema primario.

El modelo topográfico

Durante los años que siguieran el abandono de su
teoría de la seducción infantil el modelo
topográfico dominó sus ideas y
teorías.

El modelo se basa en las siguientes asunciones (1)
síntomas y sueños poseen específicos y
demostrables significados (determinismo
psicológico
); (2) elementos inconscientes reprimidos
influyen la experiencia del presente, regulados por el principio
del placer y los procesos primarios (la teoría de los
procesos psicológicos inconscientes
); (3) conflictos
psicológicos inconscientes existen en la mente (la base
para una teoría de las psiconeurosis, expresadas como
resistencias y represión
); y (4) procesos
inconscientes, fuerzas y conflictos derivan su origen en fuerzas
instintivas y la represión de esas energías con la
consecuente distorsiones y transformaciones resultan en la
producción de síntomas neuróticos y de
ansiedad.

Las divisiones de la topografía mental son el consciente, el pre
consciente y el inconsciente. El sistema consciente es la
región de la mente donde percepciones derivadas de
estímulos externos e internos son integrados y permitidos
dentro del campo de la observación. Los objetos de esas
percepciones incluyen los procesos del cuerpo, los procesos
mentales, los afectos y los pensamientos. El sistema
pre-consciente consiste de aquellos procesos mentales y elementos
presentes en el mismo, que pueden ser permitidos en el campo de
la conciencia con
facilidad, si se enfoca en ellos. La
organización pre consciente varía de secuencias
de pensamiento
basadas en la realidad o capacidad de resolver problemas
(procesos secundarios) a más primitivas
fantasías, sueños despiertos, o fantasías
intensas, reflejando una organización sugestiva de proceso
primario
. El pre consciente puede ser influido por ambos los
procesos conscientes e inconscientes, teniendo la función
adicional de mantener una barrera represiva o de censura contra
la expresión de deseos primitivos e inconscientes. La
transformación y expresión de ideas de lo
inconsciente a lo pre consciente y a lo consciente, solamente
puede efectuarse por medio del gasto de energía
psíquica para vencer la barrera
represiva.

En el modelo topográfico la fuente de todos los
instintos estaba supeditada a la etapa del desarrollo del
individuo. La
fase oral que abarcaba los primeros 18 meses de la vida;
ésta era dominada por instintos bucales eróticos y
a la vez agresivos. La necesidad de chupar y tragar para
alimentarse podía ser seguida por la posición
sadista de masticar, morder, escupir.

La fase anal del desarrollo psicosexual ocurre
entre 18 meses y 3 años donde se le requiere al
niño que abandone su conforte y acceda a las demandas de
que tiene que ser entrenado en el uso de la bacinilla.

La próxima etapa, la fálica,
consistía en la integración de la identidad de
género
sexual. La que después de la resolución de la
fase Edipal (sexto año de la vida) formalmente
llegaría a su resolución final en la adolescencia.

Freud consideró el Complejo de Edipo el
núcleo del desarrollo personal del
niño y de la génesis de las neurosis por los
conflictos que podrían originarse entre las fuerzas del
súperego y del ID.

La teoría estructural

Porque la teoría topográfica poseía
muchos defectos en sus bases, Freud obedeció a la
necesidad de refinar sus construcciones. Por ejemplo, (todos) los
mecanismos de defensa, por su naturaleza
misma, deben de ser inconscientes.

Además debe de existir un modelo tripartita—
(1) el ego que constituye percepciones, consciencia y
control muscular,
está a cargo de la preservación y adaptación
del individuo. El ego atiende a cambios en el mundo externo y los
verifica para su conveniencia, regula los impulsos instintivos
manteniendo un contacto directo con el principio de la realidad.
El ego le suministra cohesión y adaptación al
individuo.

(2) el súperego, es una
modificación estructural del ego, responsable por la
formación y el desarrollo de valores
morales, éticos, estéticos y de
adaptación que fuesen inculcados por los padres y por la
sociedad donde
el individuo vive.

(3) el ID forma la base de los instintos
libidinales en busca constante por su expresión,
satisfacción y descarga y (muy a menudo) en conflicto y en
tensión con las fuerzas del ego y del súperego que
oponen las fuerzas derivadas por el principio del
placer.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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